Mala Ciencia

Vampírico como antónimo de empírico

No es exactamente un antónimo, aunque esté más alejado de lo empírico que el de libro, i.e., teórico.

Vampírico es un argumento (o hipótesis, u ocurrencia) al que no consigue matar la mera evidencia.

Para usos, orígenes y ejemplos, véase esto.

Predecir a los predictores por incordiar

Sirve esta entrada para hacer saber lo fundamental del trabajo de fin de master (TFM en lo que sigue) de Susana Huedo (que busca trabajo y es una chica muy sabida, aplicada y espabilada) en el CIFF. Los TFM que propongo y acabo supervisando jamás tienen vocación de criogénesis anaquélica. A Susana le sugerí un tema muy punk y con recorrido: [tratar de] predecir a los predictores. Fundamentalmente, para joder.

Los chefs de encuestas electorales tienen dos discursos —uno previo y otro posterior a la publicación de los resultados—, una serie de recetas y datos que solo excepcionalmente publican. Dirán que se ciñen a una metodología científica, etc. Literatura.

El señor de las ondículas

Un enanito encuentra un anillo. Eso le lleva a abandonar la comodidad de su Comarca para comenzar la más trepidante de las aventuras que le conducirá a salvar el mundo.

Un matemático encuentra unos papeles abandonados en una fotocopiadora, coge el primer tren para visitar a los autores y consigue transformar la sociedad: gracias a él, podemos ver imágenes de nuestros páncreas en los hospitales.

Eso nos cuenta el primer párrafo de esto, que dice:

Y mientras tanto... nos roban la cartera

Hablamos de ondículas.

Hablamos de datos abiertos.

Hablamos de cómo usar la semilla como hiperparámetro para mejorar una diezmilésima el RMSE.

Hablamos.

Mientras tanto, la mano es más rápida que el ojo, el ojo es más lento que la mano, ¿dónde estará la bolita?, ¿dónde estará?, porque la mano es más rápida que el ojo… Y en esas, el cuñado de fulano nos saca inadvertidamente cuarenta kilos de la cartera.

Con este viejo truco:

He visto que eran de la Rey Juan Carlos y hasta ahí he podido leer

Hojeando la prensa no he podido sustraerme al discreto encanto del titular El ‘pucherazo’ del 36. El texto que encabeza habla, parece, de un libro homónimo en el que se da cuenta del presunto fraude en las elecciones generales de 1936. Los autores, según la entradilla, son [d]os historiadores, [que] tras cinco años de investigación, aportan las cifras y las pruebas del desvío de votos.

Todo bien, más o menos interesante mientras no puedo hacer otras cosas más enjundiosas, hasta que llego al párrafo, tercero, en el que me entero de que los dos autores son de la Universidad Rey Juan Carlos. Y dos cosas me han sucedido automáticamente. La primera, es que he dejado de leer con un gesto entre el asco y el disgusto, como el de que encuentra un pelo en los macarrones.

Vivimos en un mundo opaco e interconectado

Vivimos en un mundo opaco: como en los cuentecillos de Asimov, somos usuarios de tecnologías que ni conocemos ni controlamos. Parametrizamos nuestras máquinas y las echamos a correr. Poco más podemos hacer que fiarnos de quienes nos las proporcionan.

Luego pasan cosas como que, de repente, resulta que Stan, en las últimas versiones, ha estado produciendo muestras sesgadas. ¿Qué resultados condicionará eso río abajo?

Un caso mucho más famoso es el de la resonancia magnética (fMRI): un error en el software concomitante pone bajo sospecha hasta 40000 artículos sobre estudios del cerebro. Precisamente, por lo mismo.

Es imposible enseñar nada a alguien cuyo sueldo depende de no aprender

O algo así reza una cita que no ubico. Viene a cuento de un artículo que se acaba de publicar en Nature, A manifesto for reproducible science, que se resume así:

  • Los científicos son gente extraordinaria que persigue honrada y abnegadamente el ensanchamiento del saber humano.
  • No obstante, están produciendo toneladas de mierda.
  • Pero no lo hacen consciente o malintencionadamente; lo hacen porque no saben.
  • Si se equivocan, además, es por culpa de la sociedad, que los incentiva torcidamente.
  • Si los científicos se toman la molestia de aplicar una serie de medidas que propone el artículo, producirán menos mierda.

El problema es que la ciencia se paga como la ropa vieja: al peso. Dígase lo que se quiera, pero luego, lo que ufana a científicos, universidades, centros de investigación e, incluso, países, es el número bruto de artículos publicados: de ellos dependen trienios, sexenios, anecas, proyectos, becas, rankings y demás.

Claroscuros que, obviamente, pasan inadvertidos

Entre tanto óbito farandulero en las postrimerías del año que se fue (¿dónde quedó el pobre de Eco?) ha pasado medio desapercibido otro sustancialmente más interesante: el del doctor Henry Heimlich.

De sus claros, ya habla la prensa (aquí y aquí).

Pero bastaba con pasearse por la Wikipedia para desenterrar algunos de sus oscuros: homeopatía, malarioterapia (una seudopráctica científica consistente en infectar a un paciente con malaria por ver si esta le cura el cáncer, el sida y demás) y denuncias generalizadas de prácticas anticientíficas y deshonestas.

El RMSE es Dios y XGBoost, su profeta

De los últimos foros de científicos de datos a los que he asistido, de las últimas conversaciones con científicos de datos que he mantenido, he salido con una gran duda: ¿soy yo el que tiende a juntarse con ellos o es que hay una plaga de talibanes del RMSE es Dios y XGBoost, su profeta?

herejes_hoguera

Lejos está ese lema simplificador de los principios que me mueven a escribir estas páginas. Por lo que, anuncio, estoy arrejuntando razones y papelotes con los que tratar de arrancar un movimiento herético.