La energía nuclear, ¿salvará el mundo?

La energía nuclear tiene varios problemas:

  1. Seguridad
  2. Aprovisionamiento de combustible
  3. Gestión de residuos
  4. Precio
  5. Otros: relaciones públicas, etc.

La casi totalidad de la literatura seria al respecto se puede resumir en lo siguiente: cómo solucionar 1, 2 y 3 exacerbando 4.

[Luego, claro, hay otra literatura seudocientífica que viene a decir cómo 1, 2 y 3 son irresolubles por mucho que se agrave 4. Pero este es un blog serio y sin tiempo para tonterías.]

Si quieres escribir un libro a favor de la energía nuclear, la estrategia es obvia: escribes cómo solucionar 1, 2 y 3 pero obvias su impacto sobre 4.

Tómese el ejemplo del afamado libro La enegía nuclear salvará el mundo y búsquense secuencias de caracteres como precio (20 apariciones, frecuentemente formando parte de otras como preciosas), coste (27 apariciones), euros (2) o dólares (3). Eso nos permite identificar los episodios del libro que pudieran tener algo que ver con 4. Así nos encontramos con párrafos como:

El apagón nuclear obligó a aumentar la producción eléctrica de las centrales térmicas convencionales, alimentadas por carbón y gas natural, lo que incrementó las emisiones contaminantes (cuyas consecuencias podrían ser motivo de otro estudio) y repercutió al alza en el precio de la electricidad. Muchas personas no podían pagar la factura eléctrica y pasaban los inviernos sin encender la calefacción, aumentando de este modo la mortalidad. Parece una cadena de desdichas macabras.

que no tiene que ver con 4; o

La principal conclusión de esta comisión respecto a la energía nuclear en España fue que, si extrajéramos en 2030 los 7000 MW aportados por las nucleares, el precio de la electricidad para los consumidores subiría un 20 % y el nivel de emisiones de dióxido de carbono aumentaría entre un 88 % y un 117 %, dependiendo del escenario concreto. El principal motivo es que la potencia constante nuclear sería sustituida por gas natural.

que tampoco. Hay otros como

Los candidatos, una vez han pasado la dura selección (en mi caso éramos unos 1000), son contratados y comienzan su formación, que durará tres años, costeada por la propia central nuclear.

que efectivamente nos cuentan cómo gracias a 4 se buscan soluciones a los problemas 1, 2 y 3, pero eso ya lo sabíamos.

De todos ellos, los únicos extractos —en un libro de 80k palabras— que hacen referencia explícita a 4 son dos. El primero, con mi subrayado, es:

Un mito muy extendido sobre la gestión de los residuos radiactivos es que los ciudadanos la costeamos con nuestros impuestos. En España, la empresa pública ENRESA realiza la gestión, financiada con la aportación de las empresas que generan los residuos radiactivos, como obliga el Plan General de Residuos Radiactivos desde 2006. Las empresas propietarias de las centrales nucleares no pueden repercutir el coste de la gestión de sus residuos en la factura eléctrica, porque no tienen potestad para marcar el precio que cobran por la electricidad que producen, ya que proviene de una compleja subasta. También es habitual que muchas personas desconozcan que la provisión de fondos también incluye la construcción del almacenamiento geológico profundo, que también te explicaré en un capítulo posterior. Este almacén, una vez sellado, dejará de tener gastos porque se diseña para no necesitar supervisión ni mantenimiento.

Y uno se pregunta: ¿podrán repercutir el precio de los lapiceros? ¿Cómo se las arreglan para comprar lapiceros si no pueden repercutir lo que pagan por ellos en la factura eléctrica? En el mismo libro en el que se discute la radiación de Cherenkov con cierto detalle, al lector se le dice que la subasta eléctrica —que es el meollo del asunto: determina qué tecnologías están dentro y fuera del mercado— es una cosa compleja, que para qué abundar en ella, que la física es guay y que el resto de las consideraciones, particularmente las de índole económica, son meras notas escritas en el margen.

El segundo párrafo que discute algún aspecto relacionado con los costes es:

Tras dos años de deliberación y revisión de alrededor de cien conceptos, a finales de 2002 el GIF (que en ese entonces representaba a diez países) anunció la selección de seis tecnologías de reactores que, según su criterio, representarían el futuro de la energía nuclear de fisión. Estos diseños fueron seleccionados sobre la base de ser medios limpios, seguros y rentables para satisfacer las crecientes demandas de energía de forma sostenible, a la vez que son resistentes al desvío de material para la proliferación de armas y resistentes a ataques terroristas. La inversión es de alrededor de 6000 millones de dólares durante los primeros 15 años, prácticamente el presupuesto de una película como Vengadores: Endgame cada año (visto así no parece tanto, ¿no crees?). Cerca del 80 % del coste lo están cubriendo EE. UU., Japón y Francia.

¿Merece la pena ser comentado?

Y no hay más.

El libro, pues, es un publirreportaje, uno de esos anuncios larguísimos en los que se glosan las innumerables virtudes de un producto pero se cuida mucho de mencionar el precio. En el Corte Inglés ya es primavera y la energía nuclear salvará al mundo. Pasen y paguen.

Así las cosas, la gran cuestión sobre la energía nuclear sigue siendo, habida cuenta del coste que supone la seguridad, ya no es si habrá de salvar al mundo sino, simplemente, si es viable. La respuesta no se encuentra —por pura incomparecencia— en el libro antes comentado. Yo tampoco la tengo —esta vez, por pura incompetencia— pero si alguien tiene tiempo e interés, bien hará en leer el libro Why Nuclear Power has been a Flop (at Solving the Gordian Knot of Electricity Poverty and Global Warming), —escrito por un partidario acérrimo de la energía nuclear— que toma verdaderamente por los cuernos el toro del coste y llega a la conclusión que resume el título.