La miseria de la sicología de la percepción

A autores como Playfair (tartas), Tukey (diagramas de cajas) o Tufte (pequeños múltiplos) debemos algunas de las técnicas de representación gráfica de datos que usamos habitualmente y a las que el público, mal que bien, está acostumbrado.

Otros autores han tratado de tecnologizar dichas técnicas. Es decir, entender por qué funcionan o cómo hacerlas más efectivas. Para ello se han apoyado en el trabajo de los sicólogos de la percepción. El trabajo pionero al respecto, al menos en el ámbito de la estadística, es de Cleveland y McGill (véase esto y, si procede, sus referencias) y ha sido continuado por otros.

[Vale, ni Cleveland ni McGill son sicólogos de formación, pero sus investigaciones siguen las pautas de la sicología experimental.]

Las conclusiones de este tipo de estudios son sobradamente conocidas y muchos las asumimos y como consecuencia

  • tratamos de evitar las tartas y las reemplazamos por tablas o barras;
  • tratamos de evitar las barras, reemplazándolas por diagramas de puntos;
  • etc.

Lo hacemos precisamente porque una serie de sujetos experimentales nos han confirmado en laboratorio que este tipo de visualizaciones son más efectivas.

Pero yo creo que nos han engañado. O que no nos han contado toda la historia. O vaya uno a saber qué puede haber ocurrido.

Porque a esos mismos sujetos experimentales (u otros sujetos similares a ellos de los que los primeros son una muestra representativa de acuerdo con los estándares de la ciencia en cuestión), les presentas un dashboard que recoge las recomendaciones que se supone que ellos precisamente han hecho y te dicen: no lo entiendo; no soy un ingeniero de la NASA; devuélveme, por favor, mis tartas.