El casco y las bicis: no porque no
Vaya por delante que:
- monto y me traslado en bici por Madrid siempre que razonablemente puedo (que son las menos de las veces)
- simpre uso casco (más que por la improbable protección que pueda darme, por poder reforzar el alegato, en caso de incidente, de que soy un ciudadano responsable)
- tengo en el cuerpo dos cicatrices de más y otros tantos dientes de menos a resultas de diversos accidentes
- no tengo tiempo de discurrir cuál sería mi postura sobre la prohibición de circular en bici sin casco: es asunto que no me afecta en absoluto por lo arriba indicado.
Sentado lo cual, entro en materia. Y es la del aburridor y artificial debate que se crea siempre que
- el gobierno pretende prohibir alguna actividad (sea fumar en locales públicos, conducir sin cinturón de seguridad o montar en bici sin casco),
- alguna asociación se arroga el derecho de representación de los presuntos afectados y
- se planta en el no, un no absoluto y sin fisuras ni matices.
En este caso, hablaré de la oposición —poco razonable, a mi parecer— de ciertas asociaciones de ciclistas, como la Coordinadora ConBici con la que mantuve algún intercambio de tuits recientemente.
Aclaro que no es la discusión sobre si el casco debiera o no exigirse lo que trae este asunto a mis páginas sino un examen crítico de los argumentos técnicos y científicos esgrimidos por los antiloquesea. Aclaro también que estoy siempre dispuesto a cambiar de opinión en cualquier asunto cuando la evidencia científica y técnica me induce a ello. Pero me rebelo —y entonces vengo a estas páginas y escribo— cuando se me intenta dar gato por liebre.
Veamos pues. Veamos algunos ejemplos de cómo desde la Coordinadora ConBici se navega tortuosamente, en zigzag, por la literatura científicotécnica para seleccionar torticeramente evidencias con que apuntalar posiciones de partida (o prejuicios).
En primer lugar, constato que no tienen a bien considerar la lista de organizaciones que abogan por considerar el uso del casco recomendable (como la AMS) o, incluso, obligatorio (como la British Medical Association o la American Medical Association).
Un informe que me hicieron llegar, El uso del casco en la bici: una visión general basada en pruebas concluyentes fue elaborado por una organización ciclista británica y tiene el siguiente resumen:
El siguiente informe expone las razones, respaldadas por pruebas concluyentes, para que el uso del casco no sea obligatorio por ley ni sea objeto de campañas promocionales.
Lo argumenta alrededor de tres ideas:
- La obligatoriedad del casco reduce el uso de la bicicleta.
- Si se usa menos la bici, empeora la salud global de la población (empeoramiento que no se vería compensado por el beneficio que reportaría el uso del casco).
- El que haya muchos ciclistas es causa de que la conducción en bici sea segura (por lo que medidas disuasorias del uso de la bici, aun en aras de la seguridad, tendrían el efecto paradójico de reducirla).
Puede ser, no lo descarto como hipótesis de partida, que la obligatoriedad del casco pueda reducir el uso de la bicicleta. Pero si la relación causa efecto fuese concluyente, los autores del informe, casi seguro, no se habrían visto obligados a realizar lecturas selectivas de sus fuentes. Por ejemplo, hacen notar una reducción del 36 % entre los niños ciclistas en Melbourne (donde también destacan una reducción notablemente más pronunciada del 44 % entre los adolescentes). Pero el resumen del artículo del que extrean esas cifras tiene una visión mucho más comedida:
The first year following the introduction of the helmet wearing law coincided with a reduction in the number of people riding their bicycles. By 1992, two years after the law, the number of bicyclists was approaching pre-law levels in adults and children but was still greatly reduced in teenagers.
Y la reducción del 60 % en Nueva Escocia (Canadá) se apoya en un estudio que no dice nada de eso sino, más bien, que
The rate of helmet use rose dramatically after legislation was enacted, from 36% in 1995 and 38% in 1996, to 75% in 1997, 86% in 1998 and 84% in 1999. The proportion of injured cyclists with head injuries in 1998/99 was half that in 1995/96 (7/443 [1.6%] v. 15/416 [3.6%]) (p = 0.06).
En maldito párrafo se trata el incremento o decremento del uso de la bicicleta en Nueva Escocia.
Y es entretenido seguir comparando las afirmaciones del estudio con los de los artículos de las referencias para descubrir más modos de lecturas interesadas, cuando no directamente inventadas.
Sobre el impacto negativo sobre la salud derivado del menor uso de la biclicleta, suspenderé el juicio en tanto en cuanto no se pruebe más fehacientemente la mayor: que se reduciría el número de ciclistas se obligarse a usar casco. Insisto, no niego que el razonamiento tenga cierta coherencia lógica, pero creo que si el efecto fuese tan patente y significativo, dudo que los autores del estudio se hubiesen visto abocados a tan contumaz ejercicio contorsionismo lógico.
Finalmente, el argumento de que el número de cicilistas causa seguridad (por lo tanto, cualquier medida que contribuyese a reducir aquél tendría consecuencias negativas sobre esta) bien podría ser falaz. Que dos fenómenos ocurran juntos, ¿significa que el primero de ellos es causa del otro? ¿O podría ser, más bien, al revés? ¿O que ambos sean consecuencia de un tercero? De hecho, yo entiendo más creíble que sea la seguridad percibida la que invite a pedalear —al menos, intuyo un nexo lógico— a lo contrario, es decir, a que la seguridad sea una propiedad que emane mágicamente de masas de ciclistas. Aunque no me atrevo a ahondar en estas cuestiones relativas a la causalidad en tanto que no haya terminado de leer el libro de Pearl.
Dentro de las lecturas tendenciosas y sesgadas, encuentro en las páginas de ConBici la mención a un informe científico europeo patrocinado por la Comisión Europea y la Fundación Mapfre que, según ellos, contradice la propuesta de la DGT sobre el uso obligatorio del casco para los ciclistas españoles y que resume así:
El informe propuso más de 60 recomendaciones a los gobiernos europeos y la Union Europea sobre cómo mejorar la seguridad vial para los ciclistas. Ninguna de las recomendaciones pedía cascos obligatorios para ciclistas, y en la página 47 los autores del informe advierten: el uso del casco no debería ser obligatorio.
Que es cierto, pero con muy serios matices. Porque lo que se lee en el informe es:
Relating to the use of helmets, as explained in Section 3 above, further research would need to be undertaken to improve the level of protection they provide and the type of collisions they are useful in. As such, the use of helmets while riding should not be mandatory. However, as they provide an additional amount of protection to cyclists – albeit a limited one – cyclists should be encouraged to wear them.
El informe se resiste a recomendar la obligatoriedad del casco de no estar fundada en estudios más conclusivos y en tanto en cuanto —de esto se encarga también el informe en otros puntos— no se mejore la protección que potencialmente podría brindar a los ciclistas.
En fin, que no me convencen. Aunque eso es lo de menos.
Lo importante es ¿por qué se empeña siempre la gente en torcer, torcer y torcer la realidad? ¿Por qué ha desaprovechado la ocasión ConBici de poner honestamente juntos argumentos en pro y en contra y valorarlos ellos —e invitarnos a los demás a que los valoremos también— en lugar de buscar el adoctrinamiento a toda costa? ¿Por qué me han hecho perder esta tarde de domingo haciéndome buscarle tres pies al gato?