Terrorismo y sesgos en la percepción de la improbabilidad

En el Financial Times del 3 de mayo aparece un artículo de Gideon Rachman que es de los pocos que merece ser leído sobre el fatigoso y como se verá poco relevante tema de la muerte de Bin Laden. Y es interesante —y relevante para los lectores de esta bitácora— porque toca un tema del que ya nos hemos ocupado y que seguro que revisitaremos: el de las probabilidades subjetivas y, en particular, el de las distorsiones con las que los seres humanos percibimos y calibramos probabilidades pequeñas.

El artículo, aunque trata otros temas, pivota argumentalmente alrededor de dos observaciones:

  • De acuerdo con John Mueller, el número de estadounidenses muertos en ataques terroristas desde 1960 viene a ser el mismo que el debido a accidentes provocados por ciervos.
  • Según Brian Jenkings, de la Rand Corporation, la probabilidad que tuvo un estadounidense medio de haber muerto en un accidente de tráfico entre el 11 de septiembre de 2001 (incluido) y el 11 de septiembre de 2006 era de una entre 9.000 y de ser asesinado, de una entre 18.000. Pero de haber muerto en un acto terrorista (y eso que se incluyen los fallecidos el manido día que abre el periodo), únicamente de una entre medio millón.

Y todos sabemos cuántos recursos económicos se han invertido —uso cursivas por motivos obvios— en esa histérica guerra contra el terrorismo que hemos sufragado a golpe de IRPF desde hace diez años. Sólo en uno de sus corolarios, la Guerra de Irak, estima Stiglitz que se han gastado tres billones de dólares (equivalente a dos años de PIB español). Esta descabellada asignación de recursos obedece a motivos —políticos, etc.— sobre los que otros (Gideon Rachman, sin ir más lejos) saben infinitamente más que yo. Pero la hace posible, en el fondo, una anomalía sicológica que nos impide a los humanos calibrar cabalmente el impacto de probabilidades pequeñas.

Es un tema bien estudiado —y sabido, sobre todo, por políticos, publicistas y otras molestas estirpes— dentro de la llamada teoría de las perspectivas. Una de sus áreas estudia las decisiones que se toman frente a situaciones de riesgo muy improbables. El lector interesado en el tema encontrará provechosa la lectura de artículos tales como:

Para el caso que nos ocupa, el más relevante es el primero, según el cual (traduzco de su resumen):

Las decisiones tomadas a partir de la experiencia y las tomadas a partir de descripciones conducen a comportamientos tremendamente distintos en el comportamiento de los sujetos. En el caso de decisiones basadas en descripciones, la gente toma decisiones en las que sobreestima la probabilidad de los sucesos raros. Sin embargo, cuando el suceso raro está relacionado con alguna experiencia, la gente tiende a subestimar la probabilidad de ocurrencia […].

Aunque la presentación que a la opinión pública se hace del fenómeno del terrorismo no es en puridad ni descriptivo ni empírico (al menos, en la acepción que usa el artículo), sí que pone de manifiesto nuestro desajuste perceptivo y lo sensible que es a cómo se presenten los hechos. Y en lo que concierne a terrorismo —y en un extremo opuesto, las loterías— ¡bien saben presentárnoslos, carajo! ¡Y qué bien le viene a la cuenta corriente de algunos!

Yo mismo espero no estar subestimando la (im)probabilidad de que Obama mande a los marines a exterminar todos los ciervos de Pakistán.