Inmigrantes y la historia del que se comió un pollo y el otro no
La historia del pollo es conocido: que si un tipo se come un pollo y otro ninguno, el estadístico de turno diría que se han comido medio cada uno. Lo de los inmigrantes viene a cuenta de noticias de la índole de
Vamos mojarnos un poco: 1/5 Recogida de refugiados: Siempre bien. Incluso con efecto llamada. Toda la literatura sobre entrada de inmigrantes, refugiados, repatriados,… a un país con una sociedad y economía abiertas muestra efectos positivos.
– José Luis Ferreira (@JL_Ferr) 16 de junio de 2018
que hablan de los efectos económicos positivos (o no particularmente negativos) de la llegada de inmigrantes (a ciertos lugares que cumplen determinadas condiciones).
Que enlaza con lo de los pollos la manía con los agregados. No sé mucho en la materia, pero alguna vez he leído algún artículo al respecto y siempre me queda la misma pregunta: en el censo de inmigrantes, ¿están mezclando a un ingeniero noruego con la abuela enferma de un cubano? El impacto (positivo o no particularmente negativo) que alegan, ¿es el promedio de todos ellos?
Luego, sobre la población que acoge, ¿es homogéneo ese presunto impacto presuntamente no negativo? Parece que alguna gente sí que presta atención a esas cosas y sobre ellos (aquí, al menos) se dice:
Aunque la evidencia se va acumulando en su contra, George Borjas, quizás el economista más beligerante a la hora de resaltar los efectos negativos de la inmigración, sigue defendiendo que los procesos migratorios no sólo generan ganadores, sino también muchos perdedores (aquí).
Al parecer, un tal John Wanamaker dijo una vez:
Half the money I spend on advertising is wasted; the trouble is I don’t know which half.
Los economistas que trabajan en temas de inmigración (independientemente de lo que hagan y digan los moralistas, obispos, oenegés, etc.) deberían prestar más atención a averiguar cómo atribuir esos beneficios de la inmigración a sus componentes, poner en claro cuál aporta y cuál detrae y dejar las cuestiones morales a otros.
Y por terminar: la próxima vez que os vengan con la historia del pollo, decid que no fue un estadístico sino un economista el que calculó la ingesta media.