Liberalismo: los axiomas y sus corolarios

Una malhadada fisura en la rótula me ha tenido boca arriba más horas de las habituales durante el último mes. Por evitar el aburrimiento, no me ha quedado otra que interponer una tableta entre cara y techo de la que leer más o menos desordenadamente. Uno de los volúmenes que ha devorado mi sobrevenida afición por la lectura ha sido Liberalismo, de von Mises.

[Llegado a este punto, me ha dado la sensación de tener que justificar por qué he leído ese y no otro libro. Pero también he sentido que debía hacerlo como si me hubiesen visto apropiándome de unas cremas en un supermercado o saliendo de un lupanar. Así que he optado por no hacerlo, decir que lo he leído porque me ha dado la gana y mandar a quien le parezca mal a freír churros.]

El libro parece producto de un matemático escondido tras un rawlsiando velo de ignorancia o de un Spinoza more geometrico. Porque consiste en una serie de principios casi casi axiomáticos sencillos y una sucesión de lemas, proposiciones, teoremas y corolarios que son su aplicación a la discusión de una serie de cuestiones que von Mises estimó relevantes. Algunas de ellas siguen siendo actuales, pero las más se refieren a problemas de índole geopolítica que debieron ser de interés general en la época de la redacción del libro pero que hoy saben a rancio (comunismo, imperio Austro-Húngaro, los Sudetes, etc.).

Los principios axiomáticos son los siguientes:

  • La gente busca y aspira a ser feliz.
  • Para ser feliz, hacen falta muchas cosas: de la comida al afecto, del ibuprofeno a Pink Floyd,…
  • Casi todos los prerrequisitos de la felicidad dependen del individuo: p.e., encontrar una pareja adecuada.
  • La sociedad puede ayudar a la gente a ser feliz solo hasta cierto punto: aunque la satisfacción personal última es cuestión de cada cuál, es más fácil alcanzarla si se facilita a la gente los medios de bienestar material más básicos: ropa, comida, techo, etc.
  • Por tanto, como sociedad deberíamos preocuparnos por poner a disposición de la gente la mayor cantidad posible de este tipo de bienes, de la mayor calidad, etc.
  • La mejor manera de proporcionar estos productos es mediante la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción.

Tales son.

Dándose por buenos, el resto del libro es casi, casi, como los elementos de Euclides. Solo que en lugar de probar que los ángulos de un triángulo suman dos rectos, se resuelve lo negativo de la guerra en cuanto que perturba la división del trabajo, empece el normal desenvolvimiento de la economía y, como consecuencia, disminuye la cantidad de bienes y servicios disponibles para que la gente trate de edificar sobre ellos su particular versión de la felicidad. Etc.

El mundo de von Mises es uno en el que no existen monopolios naturales. Ni asimetría de información. Ni contratos incompletos. Ni reguladores (ni su captura por parte de determinadas élites). El mundo de von Mises se parece mucho al plano de Euclides, en el que las rectas se prolongan arquimedianamente hasta el infinito y ningún pliegue altera la redondez de los círculos.

En el mundo de von Mises nadie se fisura la rótula ni queda postrado en cama mientras la seguridad social lo subsidia a razón de 23 euros al día por su incapadidad temporal.

Muy majete el mundo de von Mises.