Reflexiones bayesianas al hilo del manido: "Independientemente de su ideología, los economistas suelen estar de acuerdo en que..."
Podría hacerse un ránking de disciplinas académicas según el grado de acuerdo entre quienes las cultivan. Supongo que lo lideraríamos los matemáticos. Salvo los constructivistas y esos raritos que dan por malo el axioma de elección, no contamos con familias heterodoxas. En el otro extremo, aventuro, se ubicarían los que hacen crítica literaria y políticas. Pero, seguro, dentro de las ciencias humanas, los economistas quedarían en bastante buen lugar.
Así que si aceptáis mis premisas (postmisas: vienen después), tendréis que conceder también que este fenómeno es corolario del teorema de von Mises:
La distribución a posteriori es asintóticamente independiente de la distribución a priori conforme crece el tamaño de la muestra.
La primera de mis premisas, ya discutida antes de pasada en estas páginas, es que la ideología opera (subrayo que uso opera y no es, por si acaso me meto en un huerto) como una priori.
Una priori resume aquello que uno sabe de un problema antes de ver datos y permite tomar decisiones más o menos ajustadas. Por ejemplo, ante la pregunta de cómo debería gestionarse el servicio de recogida de basuras, a cualquier parroquiano de tasca suburbana se le ocurre un privatícese XOR remunicipalícese de acuerdo con ideas peregrinas que vaya uno a saber cómo y dónde ha adquirido.
En el mundo de la economía coexisten dos grandes familias de prioris: una, a la izquierda; otra, a la derecha. La de los rojos y la de los neoliberales. Si se me apura, incluiría a la de los verdes. Todas te dan una respuesta inmediata, irreflexiva frente a un problema de índole económico: liberalícese o justo lo contrario.
Que sean populares esas ideologías y no otras es cuestión de supervivencia. Las dos antes mencionadas son puros breviarios de experiencias económicas exitosas. Cierto que el marxismo fue el invento de un alemán barbudo que estaría hoy tal olvidado como Feuerbach, Mach u otros contemporáneos. Pero resultó que sus ideas inspiraron a un grupúsculo oportunista que se hizo el poder de casualidad en Rusia hace un siglo; y que por otros azares, inspiraron el movimiento político que llegó a gobernar los destinos de un tercio de la humanidad. Y, fíjate, nos dieron los Sputniks, las medallas olímipicas y el qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS. Durante 30 años, de hecho, el sistema soviético planificado funcionó tan bien o mejor que el occidental (en determinadas métricas), aunque fuese a pura costa de explotar trabajo esclavo. Así que, aun como producto solo de la inercia intelectual, marxistas seguimos teniendo hogaño. La del otro lado, la neoliberal, se justifica en la eficacia económica de las democracias occidentales, que resume sui generis.
La segunda premisa es que la economía no es solo de lo que hacen los economistas. La economía trata de decisiones óptimas en contextos de escasez. Y todos las tomamos; varias veces al día, de hecho. Los economistas, simplemente, estudian ese tipo de problemas de otra manera: inductiva, teórica, sistemáticamente. (De la misma manera que todos tomamos decisiones morales, pero pocos han leído a Aranguren).
Así que somos muchos, los más, que tenemos que hacer frente a los problemas que se nos plantean tirando solo de ideología. Porque, como no somos economistas de profesión, no nos queda otra que hacer uso de ideas preconcebidas para tomar decisiones. Los civiles somos homo œconomicus… aprioristicus de segundo apellido.
Los economistas de verdad llegan a la facultad con sus prioris a cuestas, por supuesto. Quiérase o no, la ideología es necesaria; e incluso quien la desborda en un campo, es patán como el que más en muchos otros (¿Intel o AMD?). Pero un economista lee, experimenta, estudia, conoce, etc. El tamaño muestral N = 0 de la mayor parte de todos nosotros, es, debería ser, $latex \sim\infty$ para uno medianamente aplicado. Es decir, se ubica donde opera el teorema antes citado.
QED