En contra del estado "de derecho"

Nos engañaron malamente. Nos prometieron que estudiar matemáticas nos abriría la puerta de los misterios más sutiles del conocimiento y ahora no hacemos otra cosa que celebrar como gilipollas el día de $latex \pi$ a golpe de retuiteo. Nos dijeron que aprendiendo ingeniería conoceríamos el funcionamiento de las cosas y acabamos usando ordenadores armados con pegamento. Con la estadística seríamos capaces de estudiar y entender los movimientos y cambios sociales, el funcionamiento de los mercados financieros, etc. y nunca pasamos de los k-vecinos.

No sé si os pasó lo mismo que a mí. Yo nunca vi las matemáticas, la física, la estadística, la ingeniería, etc. como un fin en sí sino, más bien, como un mecanismo para comprender lo que pasaba alrededor, ese mundo complejo, lleno de cachivaches complicados y de tecnologías prácticamente indistinguibles de la magia.

Dejado llevar, sin embargo, por el flujo de noticias de los últimos tiempos y movido por un adarme de curiosidad sofisticada he venido a tropezar reiteradamente con un magnífico comentarista de lo que acapara el espacio en los periódicos: Tsevan Rabtan y su blog. ¿De qué habla? De muchas cosas, pero las que sigo con mayor interés son las que proyectan una luz cualificada sobre la concatenación de noticias sobre los variopintos asuntos jurídicos en los que parece consistir el estar al día hoy aquí.

Fue precisamente leyéndolo en diagonal que vino a ocurrírseme que no conocemos a los partidos por sus ideas sino por sus imputados; a sus responsables, por lo que dijo tal sentencia (y lo que no); de la universidad y sus miserias, solo nos ocupa el presunto plagio; de la contaminación, si se rebasan los límites establecidos en cierta directiva europea. Etc. Por eso necesitamos un abogado que tenga la gentileza de interpretarnos la realidad, de explicarnos cómo y por qué giran los asuntos de la tierra sobre su eje.

En el siglo XXI, el de los coches voladores, el derecho penal habría de ser un instrumento de limpieza del chapapote social. Es patológico, debería ser la excepción más que la regla y estar relegado a la sección de sucesos para entretenimiento de las viejas. Pero helo aquí ocupando la centralidad. Desafortunadamente, potencia, tendencia, proyección y varianza no son conceptos que nos ayuden a desentrañar titulares; más útiles resultan dolo, inmotivación, casación y el futuro de subjuntivo.

Vivimos en un estado de derecho. Obviamente, nos equivocamos de facultad.

Nota: la imagen de la entrada viene de aquí.