¿Cuánto durará la sólo-nostalgia?

Mi vieja amiga Elena Álvarez me sorprendió el otro día publicando nada menos que en el periódico de mis contraejemplos, el muy apriorístico ElDiario.es, el artículo “Sólo” y la tilde de la nostalgia. Trata temas que hay había hablado con ella y sobre los que vi que había publicado bastante en otros sitios.

Falla (vosotros no lo sabéis, pero ella y yo sí) en que Elena, tan declaradamente descriptivista, se pone la gorra normativista y atiza a los renuentes al cambio a golpe de manual aristotélico. Lo cual, inconsistencias teóricas suyas aparte, porque no dejan de ser tema personal, no juzgo malo sino bueno.

Yo, normativista a ultranza en todo lo que no implique madrugar, voy a ponerme el gorro descritivista y a fijarme no en si deberían o no los renuentes en arriar el pendón tradicionalista o por qué, sino a proponer un método, datos en mano, para estimar cuándo lo harán.

En efecto, como dice Elena en el artículo, han sido otras las tildes que han ido cayéndose en el pasado: á, , fué, etc. Y aquí tenéis lo que pasó con á:

Buscad otras parejas con y sin la tilde demodé y veréis más gráficos de tenaza como el anterior.

Lo cual me lleva a plantear lo siguiente: ¿existirá algún lingüísta descriptivista que conozca a los señores Kaplan y Meier y que tenga el interés y la paciencia de repasar los cambios ortográficos a pasado para estudiar durante cuánto tiempo sostuvieron y no enmendaron los acentuadores más contumaces sus tildes?