Esos felices "momentos Le Verrier"

Son muy infrecuentes, lo admito. Pero cuando ocurren, le dan a uno ganas de poner los pies encima la mesa y fumarse un puro.

¿Qué son? Imagina que te pasan unos datos con el objetivo de realizar determinadas predicciones. Creas un modelo razonable —hasta bueno, dirías—, basado en primeros principios y que funciona bastante bien… excepto en unos cuantos casos irreductibles (sí, como aquellos galos de su aldea). Compruebas el modelo una y mil veces y no le ves problemas significativos; revisas los datos de nuevo, especialmente en esos casos en los que el modelo falla, y parecen tener sentido.

Así que apartas la vista de la pantalla, te pones a pensar y se te ocurre: ¿y si falta alguna variable relevante? Así que le preguntas a quien te ha pasado los datos: ¿será que en este, ese y aquel momento ocurrió tal cosa que no me has contado? Y si te contestan afirmativamente, chapó: tienes tu momento Le Verrier particular.

Me (nos; era, de hecho, un trabajo de Luz Frías) ocurrió hace tiempo con datos de la contaminación de Madrid (pensé que tenía una referencia al caso en el blog y, me temo, parece que no; y eso que es relevante: explica por qué todos los intentos amateur de estimar los episodios de contaminación alta en Madrid están abocados al fracaso). Me (nos, de nuevo, en otro trabajo con Luz Frías otra vez) ocurrió recientemente con la lluvia al tratar de estimar la temperatura de ciertos dispositivos y sobre los que no puedo dar —ni merece la pena que dé— más detalles. Y no sé si alguna otra contada vez más.

Ah, ¿y por qué Le Verrier? Por esto.