Contar, ¿fácil?

Contar debería ser fácil. Sobre todo, cifras relativamente pequeñas. Y más para el Estado, con todo su —aunque menguante, según algunos— poder.

Por otro lado, dicen, las cifras son las que son. Y son incuestionables. Además, sirven para cuestionar. Por ejemplo, para cuestionar la labor de la Dirección General de Tráfico, cuyo rendimiento, en gran medida, se mide por el recuento anual de muertes en la carretera.

Y en este contexto, y a la luz de lo publicado recientemente en la prensa, diríase que sucede un fenómeno que me parece la mar de sorprendente: el número cobra una importancia que la metodología no puede matizar. Directores, exdirectores y asociaciones de no sé muy bien qué, se atizan —cual garroteros gollescos— con alternativas metodológicas persiguiendo intenciones que, uno sospecha, tienen poco que ver con la creación de un cuadro lo más fidedigno posible de la realidad. (A veces tengo la tentación de promover para este tipo de discusiones —así como existen las bizantinas— el término de discusión argentina).

El quid de la cuestión reside en si se cuentan como muertes relacionadas con el tráfico los fallecidos a consecuencia de accidentes hasta treinta días después y la dificultad que tiene la DGT para recopilar ese dato. También, el problema que supone obtener información sobre accidentes y fallecidos en zonas urbanas, en los que la gestión corresponde a los ayuntamientos. Y a mí me da por pensar, desde la perspectiva más alejada y neutra posible (puesto que ni coche tengo) lo siguiente:

  • Igual que las cifras del paro, etc., suelen estacionalizarse, ¿no deberían igualmente tenerse en cuenta circunstancias como puentes, semanas santas, etc. para matizar las cifras de fallecidos en accidentes y permitir así la comparación entre periodos (p.e., años distintos)?
  • De nuevo, para facilitar la comparación, ¿no deberían corregirse las cifras por los kilómetros recorridos? ¿Seguro que no se conducen hoy en día muchos más kilómetros que hace 10 años?
  • Igualmente, ¿no deberían introducirse factores correctores por las condiciones meteorológicas?
  • La incertidumbre que existe sobre el número definitivo de accidentes, ¿no podría (o debería) reflejarse en unos márgenes de confianza?
  • Un camión se sale de su carril y aplasta un vehículo en el que mueren todos sus ocupantes. Pueden ser uno. O cinco. Incluso ninguno por un felicísimo azar. ¿No debería esta variabilidad corregir de alguna manera las cifras finales de fallecidos?
  • Un desglose de fallecidos por tipo de accidente (urbano contra, por exceso de alcohol, por la lluvia, por exceso de velocidad, etc.) que pudiera compararse de año en año, ¿no serviría para comprender mejor el fenómeno de la siniestralidad que un agregado absoluto? ¿Por qué no se publican y discuten estas cifras desagregadas? ¿Se nos considera demasiado inmaduros para comprenderlas adecuadamente?
  • Finalmente, para poder decidir sobre la bondad de un determinada política o un equipo gestor de la DGT, no debería haber un estadístico que calculase el p-valor asociado a la hipótesis nula nuestra nueva política circulatoria es igual de buena que la antigua?