Tirar la piedra, esconder la mano

Hoy he encontrado esto en Twitter:

escocia_independencia_pobreza

Míralo bien. Vuelve a mirarlo. Efectivamente, los ricos votaron en contra de la independencia; los pobres, a favor. ¿Verdad?

Muchos, yo incluido, estamos inclinados a pensarlo así. Los resultados de una pequeña muestra que he hecho en la oficina han sido contundentes: todos, a pesar de sus doctorados, han estado de acuerdo unánimemente con el juicio anterior.

Así que ha sucedido lo siguiente:

escocia_independencia_pobreza_twitter

Así que a pesar de toda mi cautela, de ese podría condicional, he tenido que asumir que, efectivamente, el autor de ese gráfico está enteramente libre del pecado de falacia.

Estoy casi seguro de que Jorge Galindo no tenía otra intención que la que manifiesta: que afirmar que allí donde hay más pobreza se ha votado más a favor de la independencia. Así que estoy casi seguro de que también esta libre de ese otro pecado que consiste en tirar una piedra y esconder la mano.

Cosa que no es cierta de muchos otros. Hay personas muy malas que utilizan la falacia ecológica (u otras) para sugerir cosas que tal vez no son ciertas aprovechando esa natural tendencia del cerebro a dejarse engañar por ellas (¡por eso se las llama falacias!). Que luego están siempre a salvo de la crítica porque, efectivamente, no dijeron sino lo que dijeron. Pero que, eso sí, nunca consideraron necesario advertir de la posibilidad de incurrir en un error conceptual a sus lectores; ni, por supuesto, corregir o reencaminar a quienes lo hicieron. O, llegado el caso, protestar categóricamente la tergiversación de sus palabras en boca o pluma de terceros.

De Jorge Galindo no lo he visto; pero de otros, a tutiplén.

Y eso es todo. Porque pese a lo que podría parecer, no voy a hablar ni de si correlación implica causalidad, ni si (relacionado con el anterior) hubiese otras causas que incidiesen tanto en la intención de voto como en la renta de los escoceses ni, por concluir, cómo se activa mi detector de mamaderas de gallo cada vez que tropiezo con potenciales explicaciones unidimensionales —aunque no quiero decir que la que aquí me ocupa haya sido planteada por Jorge Galindo como tal— de fenómenos para nada simples.